Colectivos y activistas del pueblo romaní afrontan en común estrategias para combatir el antigitanismo que aflora en los medios y las redes sociales y toma fuerza en Europa

“Yo sacaba buenas notas hasta quinto de EGB que leí la Gitanilla de Cervantes”, bromeaba el pasado jueves 12 de diciembre Julián Borja, youtuber detrás de la cuenta Tendencias gitanas. Entonces procedió a leer el inicio de la novela corta del célebre escritor: “Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte”.

En la sala del Espacio de las Artes de Tenerife (TEA), donde se celebraba la Conferencia Internacional “Estrategias contra el Antigitanismo” (12 y 13 de diciembre), el público reía ante la ironía del joven. A su lado, otro youtuber, Vivi Escudero de Dikela.tv se centraba en cómo había señalado y, sin querer, viralizado, el polémico monólogo del humorista Rober Bodegas sobre las personas gitanas. Un ejercicio de libertad de expresión amparado por el humor, para Bodegas.  Una muestra evidente de antigitanismo para todas las personas presentes. 

Borja y Escudero eran dos de los casi treinta ponentes convocados por la Asociación Cultural Gitana Karipen, radicada en las islas Canarias. A la cita, que contaba con una gran mayoría de ponentes gitanas, acudieron integrantes de asociaciones de todo el territorio, muchas de ellas articuladas en torno a la Plataforma Khetane. Activistas, juristas, periodistas, expertas o periodistas completaban el programa. El objetivo era pensar en común sobre el “antigitanismo”, una experiencia que, según fueron avanzando las ponencias, era clara y compartida para las y los participantes. Sin embargo, según apuntaban en la convocatoria del acto, no se encontraba “una definición consensuada en el término del antigitanismo” ni, sobre todo, herramientas eficaces —en el marco estatal y europeo— para combatirlo.

Política y activismo

Soraya Post es una activista feminista gitana que pasó recientemente por el Parlamento Europeo de la mano de su partido, Iniciativa Feminista, integrado en una alianza de izquierdas. Es sueca, tiene un hermano, hubiese tenido un hermano más si los médicos no se hubiesen llevado a su madre, embarazada de siete meses y le hubiesen provocado un aborto para esterilizarla después. La esterilización forzada de las mujeres es uno de los capítulos más duros de la historia de los Roma, también del presente: hace poca semanas Bulgaria anunció que pretendía limitar los embarazos entre las mujeres gitanas.

Post no era la única política romaní presente en la Conferencia, el europarlamentario alemán Romeo Franz, y los diputados Sara Giménez (Ciudadanos) e Ismael Cortés (Unidas Podemos) ambos protagonistas de la entrada histórica de varios diputados gitanos en el Congreso durante este 2019 —cuatro en las elecciones de abril, de los cuales tres recuperaron su escaño en las elecciones de noviembre—, abordaron de qué manera plantear procesos de la verdad en un ejercicio de memoria histórica necesario. Procesos de verdad que para muchas desembocan en políticas de reparación.

“Para mirar hacia afuera tenemos que mirar hacia dentro, porque sin las mujeres no vamos a ningún lado”, recordó, en la mesa de política local, la concejala Francisca Maya, regidora en Sabadell por Esquerra Republicana. Esta feminista tuvo palabras para las “gitanas divorciadas, las madres solteras, las trans, las lesbianas”. Por su parte, el ex concejal de Alicante Israel Cortés (PP), invitaba a trabajar en cosas concretas desde lo local, a participar en espacios no solo gitanos manteniendo la propia identidad “no porque nos lo digan los payos sino porque tenemos la convicción de que tenemos mucho que aportar”.

De fondo planeaba una cuestión: ¿qué hacer tras el fin de la estrategia Europa 2020, la hoja de ruta para la “inclusión” de la población gitana que lleva 10 años de vigencia. Con esta mirada a futuro y el objetivo de pensar articulaciones para luchar contra el antigitanismo la conferencia albergó también un debate entre distintas plataformas civiles procedentes de Bélgica, Francia, Portugal y España. En la mesa se llamó la atención sobre la poca coordinación entre el activismo gitano de los dos últimos países, siendo estos vecinos, produciéndose un llamamiento a estrechar lazos. Así mismo, el representante luso —Bruno Gómez de Letras Nómadas— planteó la necesidad de ampliar conexiones incluyendo a la Iglesia evangélica de Filadelfia que cuenta entre sus fieles a miles de personas de etnia gitana.

Antigitanismo y medios de comunicación

Rromani Pativ es un programa de la Plataforma Khetane centrado en el monitoreo del antigitanismo en los medios de comunicación y en construir un cambio en el sector que acabe con una tendencia generalizada a invisibilizar o estigmatizar al pueblo gitano. Sus integrantes presentaron su tercer informe sobre antigitanismo en los medios en ocasión de la Conferencia.

No hay grandes novedades en cuanto a su valoración de los medios, muchos persisten en incumplir el punto 7 del código deontológico de la FAPE el cual estipula que el periodista “debe mantener una especial sensibilidad en los casos de informaciones u opiniones de contenido eventualmente discriminatorio o susceptibles de incitar a la violencia o a prácticas humanas degradantes”, según reza este articulado que apunta a no mencionar de manera despectiva o prejuiciosa el origen social, género, raza de las personas en las informaciones, y a abstenerse “de publicar estos datos a no ser que guarden relación directa con la información publicada”.

El informe amplía su crítica a las empresas multimillonarias que están detrás de twitter, facebook y páginas similares: “Tenemos las mochilas llenas, los sacos llenos, las manos llenas de impaciencia y de hartazgo al ver las redes sociales inundadas con tanto odio hacia nuestra gente”, denuncian. Un ejemplo: “Gitano muerto abono pa mi huerto” dice un usuario de una red social. Su post sigue en el mismo sitio ocho años después, denunciaba Iñaki Vázquez, director de la Plataforma Khetane, destacando la agraviante diferencia entre la agilidad de las redes para suspender una cuenta por cosas como “estar en la playa y enseñar un poco más de lo habitual” y su lentitud para borrar un mensaje que estigmatiza a todo un pueblo.

De 90 noticias sobre el pueblo gitano, 87 tienen una carga negativa. En el informe se da cuenta del contexto de avanzada de la extrema derecha que sirve de trasfondo a los discursos antigitanos, si bien recuerda que el racismo no es monopolio de extremistas, sino que es consustancial a la construcción de Europa. “La ultraderecha aviva con especial habilidad el sentido común racista europeo y contribuye de forma complaciente, a las expresiones más agresivas y hostiles de racismo institucional y social” se lee en el informe, que aporta un análisis más específico respecto al rol de la ultraderecha en el territorio: “es posible descubrir una instrumentalización interesada del Pueblo Gitano del Estado Español por parte de la extrema derecha españolista en la presentación de su actitud frente al musulmán y al migrante africano”, se señala en la contextualización del informe, firmada por Helios F. Garcés.

Redes sociales, redes de odio

Otro tuit, los hay en abundancia: “Nadie más en el mundo es capaz de robar de esa forma descarada y cuando te pillan, encima reaccionan así. Solo los gitanos. Llamadme racista si queréis. Esa “cultura” gitana debería extinguirse ya. Gente que se cree con derecho a todo y lo que no, lo roba”, con un poco más de estilo, lo podía haber firmado Cervantes. Pero no, es del siglo XXI y es un exponente claro de un fenómeno cada vez más común en las redes sociales, la viralización exponencial de los discursos de odio, según advierte el profesor de Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia Joan Oleaque. Una expansión de discursos de odio que se da en total impunidad en un universo virtual en el que hasta se pueden adquirir, sin dificultades, objetos y complementos de estética nazi.

Por su parte, la jurista y activista gitana Pastori Filigrana trasladó el debate sobre los delitos de odio, señalando la tergiversación de esta figura jurídica que refiere solo a colectivos con una historia de estigmatización y opresión y que a menudo se despega de este cometido original y es utilizada para blindar contra la crítica a individuos que no pertenecen a ningún colectivo históricamente devaluado, sino en muchas ocasiones, todo lo contrario. Filigrana recordaba cómo para que exista un delito de odio se debe estimar que tus palabras pueden generar que terceras o terceros ataquen o victimicen a la persona o personas señaladas.

Más allá de las redes

Según compartieron las personas presentes, el antigitanismo que invade las redes y los medios, lejos de ser un fenómeno meramente virtual afecta a la existencia de las personas, su día a día, su autoestima: “¿Cuántas niñas no salen de su barrio porque la gente las mira mal?”, se preguntaba la jurista Noemí Fernández, invitando a no normalizar el antigitanismo. Fernández denunciaba cómo desde la segregación escolar, seguida por la falta de atención al absentismo —alimentada por el prejuicio de que al tratarse de niñas y niños gitanos lo normal es que abandonen el colegio— se va generando un gran número de jóvenes que salen al mercado laboral sin perspectiva de obtener un trabajo. La activista señala ejemplos de fichas elaboradas para procesos de selección laboral que acaban marcadas con la palabra: gitano. “Cuántas gitanas hay que se tiñen de rubio para conseguir un trabajo, o que se callan en su trabajo ante comentarios antigitanos para que no las echen”. De la búsqueda infructuosa de un piso en alquiler al acompañamiento a familiares en el hospital, a menudo censurado por una mirada de reprobación ante el número de familiares —aunque no sean más de tres— la jurista detalla de qué manera el antigitanismo repercute en las existencias. Su reflexión dio pie a otras preguntas:. “¿Cuántos de nosotros nos hemos sentido fatal al oír hablar mal de las personas gitanas y no hemos sabido o podido reaccionar?”, se preguntaba un asistente.

La deshumanización del pueblo romaní fue señalada como condición necesaria para la impunidad. El antigitanismo no se “persigue, porque su objeto es un pueblo que no se considera del todo humano”. “Son precisamente las instituciones las principales responsables de la perpetuación del antigitanismo”, afirma Helios F. Garcés. La propuesta de la integración como forma de abandonar ese estadio no del todo humano implica “culpabilizar a las comunidades gitanas que sufren el racismo y expulsar el problema a través de una patologización de la identidad romaní”

Para Garcés es necesario reconocer el antigitanismo como un hecho constituyente del estado español. Después, no es de integración de lo que tocaría hablar, sino de reparación “ante los siglos reales de despojo, esclavización y opresión sistemática”.

“Las cuestiones correspondientes a las relaciones con las personas gitanas muestran el mismo comportamiento relativo de aceptación o rechazo de la convivencia vecinal, compartir estudios o trabajo y relaciones personales que hacia los inmigrantes. Sin embargo, los porcentajes de aceptación son bastante más bajos cuando se refieren a la población gitana respecto a la población inmigrante en todos los ítems analizados, y se podría valorar incluso la existencia, de posturas cercanas al racismo etnocéntrico o simbólico hacia las personas gitanas”, se afirma en BERAXE, el Informe-encuesta Evolución del Racismo y la Xenofobia y Otras Normas de Intolerancia en España del 2017, recogido por el informe de Rromani Pativ.

Los medios, los números, las experiencias, muestran que el antigitanismo no ha perdido mucha vigencia desde que Miguel de Cervantes inmortalizara su arenga. Mientras, las personas activistas afinan estrategias, piensan en nuevas alianzas y preparan futuros encuentros. De la Conferencia Internacional de Tenerife ha quedado una declaración en la que, entre otras medidas, se apuesta por la implementación de una directiva europea. “El antigitanismo es una forma específica de racismo, una ideología basada en la superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucional alimentado por una discriminación histórica, que se manifiesta, entre otras cosas, por la violencia, el discurso del miedo, la explotación y la discriminación más flagrante”, comienza el documento.

Firma el artículo: Sarah Babiker

Fuente: El Salto

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